La Reforma ha caído sobre Suiza como un pesado y telón de acero. Todos los cantones están inmersos en crueles luchas entre católicos, que intentan preservar los derechos arrancados con tanto esfuerzo y sacrificio a los diferentes papas de Roma, y protestantes, que dirigidos por Calvino imponen sus tesis espirituales arrasando sin ningún miramiento las pequeñas libertades obtenidas por los suizos.
El pequeño pueblo no es ajeno a esta lucha fratricida. El Cardenal Urs, un devoto católico convertido muy rápidamente a las nuevas corrientes cristianas reformistas al servicio del mismísimo Calvino, gobierna con mano de hierro las vidas de los inquietos habitantes que ven aterrados como Urs ha dictado las primeras acusaciones de herejía entre los vecinos. Y las primeras ejecuciones.
Los cuerpos torturados y mutilados de los sentenciados, son enterrados en el otro cementerio.